jueves, 21 de abril de 2011

El Bosque continúa

Este comentarista no ha estado a la altura de Bosque de Palabras del Bosque por no haber mantenido el Diario a diario. No importa. Los textos siguen colgándose de los árboles. Por ejemplo, el martes 5 de abril, por la tarde, estuvimos con los del Curso de Acceso a Ciclos de Grado Superior. Primero echamos un vistazo al bosque y después, en la Biblioteca, contribuimos. La elección la hicimos pronto y no nos apeteció escribir. La mayoría pintamos (por cierto, alguno y algunas muy bien), dibujamos, recortamos, pero pocos escribimos algo. "Es que ¿sabes qué pasa? Es como mucha presión, ¿no? Así, con estas palabras..." Luego hablamos poco mientras ilustramos. Al final, fuimos en grupo a pegar cada uno lo suyo en el bosque. "Ahí, arriba del todo". "Podíamos hacernos una foto, ¿no tenéis un móvil?". Costó agruparse, pero Vanessa aseguraba que sí que salíamos. Lo veremos.  Otros grupos, a lo largo de estos días, se han llevado los textos a clase y los han leído en voz alta para que los ilustradores recibieran sugerencias. Después, a pegarlos.
Y así ha ido creciendo poco a poco. Parece que hemos acertado con la idea. Es tan sencilla que  ha llegado con claridad a la gente. Se trata de añadir algo a un texto de autor, como si nos hubieran abierto el libro en el pasillo y pudiéramos hacerle una anotación al margen. Es lo que ahora se llama "lincar" para añadir un comentario. En el cartón amarillo lo hemos explicado. Allí hemos añadido las palabras de la nueva académica Soledad Puértolas sobre el alcance y el valor de la literatura: "una hermosa frase, un pasaje de una novela, un verso: allí está, de pronto, la verdad. Y todo el sinsentido y todo el desorden se convierten, repentinamente, en belleza". ¡Toma ya, autoayuda! Y lo demás son cuentos.
El miércoles 6, nos acompañaron en el pasillo seis preciosos carteles murales de Ecologistas en Acción, traídos por Mila (Milicua), que aportaron más sentido a nuestras hojas. Estaba tan contenta ella con la contribución hasta que un imbécil (que no merece otro nombre) se dedicó a pintarrajear varias imágenes de ellos vaya usted a saber con qué intención (ni interesa). Estas son las cosas que machacan, que alguien deje su porquería sobre lo que se hace sin pedir nada a cambio, como si no fuera posible la generosidad sin más. Triste, triste que el descerebrado no pueda imaginarse su tamaño.
El jueves 7 apareció Antonio (López López) con los de inglés de 2º B y amplió el Bosque con un mural de expresiones inglesas traducidas por ellos y un hermoso árbol dibujado por Constantin (Pituscan), un alumno del grupo B, de 2º de la ESO . Más bosque, más textos, más palabras, más sentido y en otro idioma. Espléndido. 
Y la vida en el pasillo sigue. Emilio (González Cosgaya) va haciendo fotos de cómo crece.
Frente a nosotros, y al lado de los murales de los ecologistas, ha aparecido una vitrina de Biodiversidad Poética con poemas relativos al tema y, un poco más allá, otro cartel del Bosque de los Libros del Bosque sobre uno de los pupitres-vitrina de la Biblioteca lleno de libros en exposición.
El martes 12 de abril se reunieron en la Biblioteca los cuatro miembros del Jurado del Concurso de Relatos "Día del Libro", que este año fueron Mª Ángeles Ascariz López, de la Asociación de Madres y Padres (AMPA),  Eva María Paneque Rodríguez, del Departamento de Francés,  César Subero Lozano , del Departamento de Informática,  y Francisco Javier Moral Arévalo, del Departamento de Cultura Clásica. En esta ocasión los relatos tenían que incluir literalmente y sin orden fijo las siguientes expresiones: "caían uno tras otro" y "todo era bosque y yedra". Habíamos decidido estas palabras por los regímenes políticos de los países del norte de África, que en Febrero habían comenzado a caer uno tras otro, arrollados por sus habitantes en la marcha hacia la libertad y, como era además el Año internacional de los bosques... Los alumnos, en clase de Lengua, tenían que construir una historia de tema libre, pero en la que incluyeran ambas frases. Como todos los años, los profesores del Departamento se encargaron después de hacer una selección previa de los más interesantes y el Jurado valoró los relatos finalistas. Los primeros premios fueron otorgados a los siguientes alumnos: Eva Dolores Prieto Cruz, de 2º de la ESO, grupo A; Sara Samperio Blázquez, de 3º de la ESO, grupo C, y Alejandro Muñoz Lenz, de 2º de Bachillerato de Humanas. Sus relatos puedes consultarlos a continuación en este diario.
            Y el bosque siguió creciendo. En el de inglés aparecieron más fragmentos bilingües. Se conoce que Concha (Fernández Renedo, la biliotecaria) es quien lo está avivando.

Viernes 15 de abril
Hoy hemos decidido utlizar el Bosque de Palabras del Bosque como telón de fondo para hacer la entrega de premios del XII Concurso de Relatos "Día del Libro" al Segundo Ciclo de la E.S.O. Allí hemos estado en el recreo, como podéis comprobar en las fotos. La verdad es que esperábamos haber tenido más público vitoreando a los compañeros finalistas, pero no fue así. Se conoce que el sentimiento de grupo no es propio de estos tiempos.
Otros años lo hacíamos coincidir con el día del libro (23 de abril), pero como cae en vacaciones, hemos preferido adelantarlo y celebrarlo en este Bosque, donde más de cien autores con más de doscientos fragmentos nos abren sus libros para que les anotemos lo que queramos al margen. Son una pequeña muestra del valor de la literatura, en la que podemos encontrar las mejores explicaciones para la vida.
Además de María Ángeles Ascariz, tesorera de la AMPA, estuvo con nosotros María Soledad Blázquez, su presidenta, que tambièn participó en la entrega del premio en metálico (30 euros), que otorga la Asociación a  los ganadores.
Entre los alumnos que pasaron a la fase final, relacionamos a continuación los que obtuvieron algún punto en la votación del jurado: Javier Miguens Santos (3º B, 1 punto), Noelia Gutiérrez Artano (3º B, 1 punto), Jorge de Pablo Ruiz (4º B, 5 puntos), Yaiza Enales Lanz (3º Diversificación, 5 puntos), Aylén Antillana Soria (4º A, 7 puntos), Miguel Villegas Solar (4º B, 8 puntos) y Sara Samperio Blázquez (3º C, 9 puntos). Muchas gracias a ellos y a sus compañeros por su participación. Al final de la entrega de premios, la ganadora también ilustró el bosque con la lectura de un fragmento de su relato.

Martes 19 de abril
Hoy hemos convocado al Primer Ciclo de la ESO y a 2º de Bachillerato de Humanas para la entrega de premios en el recreo. Ha acudido más público (por lo tanto, más ruido, pero más animación a cambio), aunque los de Bachillerato brillaran por su ausencia. Ellos se lo pierden.
Los relatos que obtuvieron alguna puntuación fueron los siguientes. En el nivel de Primer Ciclo de la ESO: Marina González (1º A, 2 puntos), Daniel Hernández Cantero (2º A, 3 puntos), Gabriela Berrón García (1º B, 6 puntos) Constantin Pituscan (2º B, 12 puntos) y Eva Dolores Prieto Cruz (2º A, 13 puntos y Primer Premio). En el nivel de Bachillerato y Ciclos, Alejandro Muñoz Lenz, de 2º del BH, obtuvo el Primer Premio con 15 puntos. Ya sabéis, podéis leer sus relatos en este diario.
Al final, los ganadores también llenaron el bosque con sus palabras. Del mismo modo que en la entrega del jueves, la profesora de francés Eva (Paneque) les daba paso con unos fragmentos de sus textos preparados previamente. Se les ve en las fotografías que publicamos. También podéis comprobar cómo fueron a emboscarse a última hora algunas alumnas con tocado a lo "indio", que decían estar resolviendo una Prueba de Francés con Eva. Este bosque se va animando. Dicen que a la vuelta de Semana Santa quedará invadido por otro más grande que promete muchas novedades. Quedamos a la expectativa.
Miguel Martínez Renobales

miércoles, 20 de abril de 2011

"Ladrona de almas", de Alejandro Muñoz Lenz, de 2º Bachillerato Humanas

Sombra etérea incorpórea con forma de mujer y sólo dos perlas como ojos más azules que el mar, que el cielo, compuestos por colores del mismo Paraíso, azul oscuro y suave a la vez, como el hielo, con una mirada que me atrapaba y que calaba hasta mi alma congelándola, pero una congelación que no me hacía sentir frío, sino calor, hirviendo toda la sangre de mi cuerpo, haciéndome sentir vivo, despejando mi respiración y mis pensamientos, haciéndome sentir más ligero y estremeciendo todo mi ser.
            Pero ¡ay de mí cuando descubrí que aquello no era un sueño! Era algo más, era real. Era humana. Se movía. Estaba delante de mí, observándome y hechizándome con su dulce mirada. Oh aquella dulce mirada. Inocente y culpable al mismo tiempo, feroz y serena, bondadosa y malvada, perversa y honesta. Tantos adjetivos, tantas contraposiciones, la hacían perfecta. Un ángel del Cielo en la Tierra. Lo tenía todo en aquella mirada; no podía ser una humana, ¡no podía serlo! Había de ser algo más, no podía ser mortal. Tenía que traspasar aquellos límites, su mirada así lo dictaba. ¡Su hechizo, su embrujo!
            Mi tranquilidad se vio interrumpida cuando alcé mi mirada para  verla, pero aquello no fue lo que me trastornó. Lo que de verdad me ató a las cadenas del amor y la pasión fue que su mirada se posara en la mía y la mantuviera. Que me sonriera, por ligera e insignificante que fuese su sonrisa. Que vertiera algo de luz en la oscuridad que albergaba mi alma en aquellos momentos. Eso fue para mí aquel ser, un ser lleno de luz y esperanza para un hombre marchito decadente.
            Semidiosa, o diosa, musa de poetas y pintores, diva de artistas, anhelo de hombres que su reino dieran por estar con ella. Y allí estaba, mirándome.
            Me arrastró por completo y a mi alma envenenó.
            "Emponzóñala, corrómpela, púdrela. Haz que quede maltrecha. Juega con ella, elévala, húndela, muévela, agítala, estremécela, destrúyela" mi mente pensó.
            Mi alma mía es y de Dios, a quien decepcionaba en aquellos momentos por amar a alguien más que a Él, pero entonces ella me la arrebató y se la quedó. Sus ojos me la robaron, sus ojos fueron los culpables.
            "Devuélvemela, no me atormentes más, ámame y hazme feliz. ¿A dónde vas? ¿Por qué no te quedas? ¿Por qué me despojas de algo sagrado?"
            Se marchó. Salió por una puerta y antes de cerrarla me dirigió otra mirada. Aquella mirada me dijo: Sin alma no tienes vida.
            Así fue. Mi mente trastornó, mi corazón bombardeó sangre más rápido, mi cuerpo tembló, mis ojos lloraron, mi boca balbuceó unas palabras coherentes en mente, muertas al ser pronunciadas.
            Seguí a aquel espejismo. Tenía razón, sin alma no era nada. Salí tras su búsqueda pero había desaparecido. Busqué confundiéndola con las demás mortales, cometiendo así una herejía, pues ella era una diosa. Me detuve en miradas juzgantes de un pobre desquiciado. Ninguna era la de aquella mujer. Pero entonces, al fondo de toda la muchedumbre la descubrí a ella.
            Me miró de nuevo y me sonrió. De su mirada salió una flecha atravesándome por completo y postrándome de rodillas. Aquella mirada era flecha más mortal que cualquiera que Cupido pudiese tener en su carcaj.
            De mi boca brotó sangre, y se hizo un silencio en aquel panorama. La gente había desaparecido. El silencio penetraba en la mente y sonaba más fuerte que sonido alguno. Me levanté tiritando y anduve lentamente hacia ella. Ella tenía mi alma, sin alma no tenía vida.
            Aquel largo pasillo que nos separaba se convirtió en un abismo. Las baldosas que formaban el suelo fueron despedazadas y destruidas. Pero aquella atracción imposible de evitar me hizo volar en el vacío, un vacío de dudas e incertidumbres. No necesitaba mover las piernas para andar. No necesitaba esforzarme para lograrlo. Un impulso lo hacía por mí. Ya no sólo de mi boca brotaba sangre, lo hacía desde todo mi cuerpo. En mi interior todo era bosque y yedra de sentimientos confusos y mezclados atormentándome y devastándome. Me consumí, me apagué, me desvanecí.
            Mis pensamientos caían uno tras otro conforme recorría aquel abismo. Mi mente sólo vio el ahora. Todo lo que era, todo lo que fui, todo lo que iba a ser, nada importaba. Lo único que importaba era aquel momento. Llegué ante ella, y con las palabras muriendo en mi boca incansablemente pude finalmente conseguir que sobreviviesen.
            - ¿Me devuelves mi alma...?
            Aquel ser sonrió, me agarró en sus suaves y dulces brazos y me besó con sus labios apasionados y húmedos. Del pobre cadáver andante que se podía mantener a duras penas ante aquella diosa llegué a ser un ángel, un ser alado, irradiando luz, encendiendo mi corazón, reviviendo mi mente, impulsando la sangre, curando viejas heridas. Vislumbré el Paraíso, comprendí toda la creación. Supe a dónde vamos al morir, supe qué es el infinito, experimenté nuevas emociones, vislumbré nuevos colores. Lo supe todo, pero a la vez supe nada. Todo en un instante tuvo significado. Su respuesta es Amor.
            ¿Para qué necesitaba entenderlo todo, si ya lo tenía en mí como un sentimiento?
Se apartó delicadamente y me dedicó una última sonrisa. Mi alma había vuelto a mí, pero eso supuso que aquel ángel se desvaneciera delante de mí.
            - No te vayas, quédate un poco más. - le supliqué, mas no obtuve respuesta. Caí por el vacío y lo comprendí todo.
            Aquello, finalmente, era un sueño. Un sueño tan nítido y real como la vida misma que me nubló la conciencia y la razón de ser. Si me hubiera dado cuenta, si me hubiese percatado de ello al principio, me habría ahorrado mucho sufrimiento.
            Mi cuerpo se levantó de aquel instrumento cómodo y  propiciador para crear mundos nuevos y se dirigió a la ventana. Me asomé por ella y vi una luz del alba cubriendo aquella parte del mundo con una luz dorada. De mis ojos se deslizó una lágrima y se estampó contra el suelo. ¿Dónde estaba mi alma en aquellos momentos? Estaba viajando por alguna parte del mundo, del real, olvidando a su dueño y buscando un atisbo de sus propios anhelos, seguramente deseándose anclar de nuevo en el vacío sin fondo del amor.

"Manchados de sangre inocente", de Sara Samperio Blázquez, de 3º C

            Corro entre los arboles tratando de dejar atrás a mis perseguidores. Mi ropa se enreda con las ramas de los arbustos y, al quedarme grande, me hace tropezar continuamente, reduciendo mi velocidad. No puedo apartar de mi cabeza la imagen del cuerpo sin vida, arrastrado por aquel hombre. “Mamá…” El nombre se me escapa sin querer y evito llorar. De repente piso el bajo del pantalón y caigo al suelo, boca abajo. La tierra golpea mis huesos con su frialdad y el barro devora mi rostro. Pero mis lágrimas, ávidas, se encargan de limpiarlo. Me quedo quieto, sin moverme. Sin fuerzas para seguir adelante. Las voces se acercan y oigo pisadas cerca de mí. Noto un dolor desgarrador en la cabeza cuando un hombre me levanta del suelo, cogido por el pelo. Empiezo a revolverme y a gritar de dolor, pero él hace caso omiso a mis suplicas. Empieza a caminar, arrastrándome tras él, llevándome de vuelta a la peor de mis pesadillas.
* * *
            Han pasado tres días desde que me trajeron de vuelta, después de mi intento de huida. No recuerdo qué pasó cuando llegué, pero supongo que recibí un castigo. O así lo insinúan los cortes, moratones y magulladuras de mi cuerpo. Creo que me desmayé mientras aquel monstruoso hombre me traía de vuelta. En cuanto soy capaz de moverme con cierta agilidad, finjo que voy a trabajar y me acerco al lugar de la valla por la que me escapé. Han sellado el agujero que hice y han reforzado la seguridad en el exterior. Desde fuera de la valla un hombre me observa, con una fría sonrisa torcida en su cara. Al reconocerlo, el miedo y la angustia se apoderan de mí. No puedo evitarlo. Caigo de rodillas y vomito lo poco que había comido. El hombre que me arrastró de vuelta aquí, el hombre que cargaba con el cuerpo sin vida de mi madre, me sigue mirando. Tiemblo frente a él, de rodillas en el suelo. Él suelta una carcajada y se marcha. Me siento en una piedra, esperando recuperar mis fuerzas. Mientras, miro al exterior. Hay un riachuelo y más allá una tierra devastada. Supongo que antes de la llegada de estos hombres, todo era bosque y yedra. Me levanto y me voy a trabajar.
* * *
            Los demás niños están muy contentos. Nos van a llevar a un lugar mejor donde podremos jugar todo el día; donde no tendremos que trabajar. Mientras todos caminan escoltados por los hombres armados hacia nuestro nuevo “hogar”, intento quedarme atrás, pues no me creo ni una palabra de lo que nos han dicho. Pero otra vez el mismo hombre me impide separarme del grupo.
            Todos los demás corren y juegan, ríen y saltan, felices como hacía tiempo que no lo estaban, ajenos a mi preocupación. Sus ojos brillan de emoción y sus sucios rostros se giran hacia todos los lados, llamándose unos a otros. No entiendo su felicidad. No después de lo que he visto, no después de lo que he vivido. Los hombres empiezan a gritar y a empujarnos, separándonos en grupos. La marcha se detiene mientras ellos nos ordenan movernos de un grupo a otro, hasta que quedan satisfechos con el resultado. Yo estoy en uno de los grupos del final, y observo todo con desconfianza. A cada grupo se le asigna un número y se les ordena a sus componentes que lo recuerden. Yo soy del 15. En estos momentos están llamando al 1, y se lo están llevando. Rápidamente los demás niños se apresuran a armar alboroto. Me quedo apartado de ellos mirando con recelo el camino por el que se acaban de ir. El tiempo pasa, y los grupos van desapareciendo unos tras otro. 5, 6, 7… Ahora va el 8. No sé porque, pero no puedo dejar de pensar en mi madre. En cómo se interpuso entre aquel hombre y yo, para impedir que me pegara. En cómo aquel hombre la tiró al suelo y la golpeó hasta la muerte ante mis ojos. Todavía siento su cuerpo en mis brazos, cómo se le escapaba la vida, su cálida sangre en mis manos. No puedo quedarme aquí. Me levanto y miro a mi alrededor, vigilando para que ninguno de los hombres me vea. En el momento adecuado me escabullo detrás de una caseta cercana. Empiezo a caminar sin rumbo, atento a cualquier señal que delate que me están siguiendo. No sé cuánto tiempo llevo caminando cuando oigo voces y me meto en una grieta de una caseta, a mi izquierda. En el momento en que he desaparecido en su oscuridad, aparecen los hombres armados, escoltando a un grupo de niños. Deben de ser el grupo 9, quizá el 10. Observo atentamente el lugar en el que están, una especie de llano, sin hierba. El suelo esta mojado, como si acabasen de regarlo. Hacen ponerse a los niños en fila, de espaldas a ellos de forma que cada hombre cubre a un niño o, como máximo, a dos. A la señal, todos los hombres levantan sus armas y antes de que pueda darme tiempo a pensar lo que va a suceder, disparan. Los cuerpos de los niños reciben el impacto y seguido, caen al suelo. Cierro los ojos para no verlo, pero la imagen sigue en mi cabeza. Sus cuerpos rojizos, que caían uno tras otro. Ahogo una exclamación, y rezo porque no me hayan oído. Pero al abrir los ojos una mano me arrastra fuera de la grieta, por el suelo limpio de cadáveres, teñido de tinta roja. Me tira al suelo y empieza a darme patadas y a insultarme. No deja de gritar: “¡Sucio judío!” Los oigo reírse, a él y a sus compañeros, con cada alarido que doy. Cuando cesa su ataque, quedo tendido en el suelo sin fuerzas para moverme. Antes de perder la consciencia, veo unas botas negras caminando hasta situarse a mi lado. Algo frio y metálico se apoya en mi sien. Oigo un fuerte ruido. Luego, solo hay oscuridad.

¿Quién soy yo?, de Eva Dolores Prieto (2º A)

            Ya entrada la tarde me preparé para salir. Mi víctima era joven, de la misma edad que yo, debía matarle, pero ¿era justo una vida por cinco millones? No lo sabía pero tenía que cumplir.
            Llevaba varios años matando gente, era extraño oír siempre lo mismo antes de apretar el gatillo:
            -Por favor no lo haga, tengo una familia que cuidar.
            Después de oír como suplica la gente, la veo muerta delante de mí.
            No tengo la vida normal de una chica de mi edad, pero es lo que debo hacer, no mato a gente inocente, o quizá sí, aunque prefiero no saberlo.
            Eran ya las cinco y media de un día de verano, salí de mi C4 negro al llegar a una zona apartada de la ciudad. Cuidadosamente me puse a inspeccionar el terreno, todo era bosque y yedra, y al fondo se veía una gran casa. Respiré hondo varias veces y me dirigí hacia allí. Era una casa que imponía a simple vista pero a la vez era acogedora, y no sé por qué me sentía segura en aquel sitio. Un joven estaba arreglando unas plantas, era hermoso, aunque no como esos cantantes de moda, y al andar emitía seguridad, ¿sería aquel el chico al que debía matar? Me acerqué decidida para hablar con él.
            -Disculpe -dije mirándole a la cara, tenía el pelo de un castaño claro y los ojos verde oliva-. Mi coche se ha averiado y mi móvil no tiene batería para llamar a alguien que me venga a buscar, ¿sería tan amable de prestarme su ayuda?
            El chico se quedó mirándome fijamente ¿Hablaría mi idioma?
            -Sí, claro ¿Dónde está su coche?-dijo con un acento tan extraño que no pude evitar una sonrisa. Empecé a andar y él me siguió, no sé por qué me sentía observada.
            Al llegar al coche abrí el capó y me puse a un lado para que el joven examinara el auto. Tragué saliva con fuerza:
            -No sé qué ha pasado. Venía por la carretera y de repente el coche se paró.
            -Pues, de momento, esto no parece estar mal. Dígame su nombre.
            -Es un Citroën C4.
            El chico rompió a reír
            -Me refiero a tu nombre-dijo entre carcajadas.
            -Mi nombre es Paulina.
            -¿Paulina?-asentí levemente con la cabeza- Ese nombre es francés ¿verdad? Se pronuncia Poline.
            Fruncí el ceño extrañada
            -Supongo, la verdad es que no sé de donde viene mi nombre. Creo que me lo pusieron por una tía mía.
            -¿Tus padres son franceses? Mi familia es francesa, o era francesa. Solo vive mi madre, los demás murieron en extrañas circunstancias.
            Ignoré la segunda parte, y contesté a la pregunta:
            -No lo sé, no les llegué a conocer. Murieron cuando tenía dos años.
            El ambiente se sumió en un silencio infernal. El chico se irguió y se dio rápidamente la vuelta.
            -Esto no parece tener ningún problema. ¿Me dejas las llaves?
            Se las di y él se metió en el coche y, de repente, arrancó.
            -Pues ya está-dijo el joven.
            -Muchas gracias-respondí.
            Al día siguiente, amanecí pensando en ir a terminar el trabajo. Debía matarle, cuanto antes mejor, así tendría contento al cliente. Este era un narcotraficante y el joven al que tenía que matar era uno de sus compinches, que le había traicionado. La historia no me la sabía muy bien, pero no me importaba.
            Llegué a la casa del bosque y la puerta estaba abierta, pero no se oía nada. Al entrar, un fuerte olor me lleno la nariz, lo que me impulso a tapármela. ¿Qué sería ese olor? Al entrar en la sala de estar, vi dos cadáveres en el suelo. Uno era el del joven y otro el de una señora mayor, al lado de ellos había una carta donde ponía mi nombre y decía así:
            "Querida Paulina, mi madre al verte el otro día te reconoció en seguida. Te parecerá extraño pero era tu primo y mi madre tu tía. Eras la hija del hermano de mi madre. Te preguntarás por qué mi madre no te cuidó cuando tus padres murieron en aquel accidente y la respuesta es la siguiente, te dábamos por muerta. Cuando supimos que venías a matarnos, preferimos huir, pero mi madre dijo que era mejor suicidarnos porque así al descubrir que éramos tu familia ya nos habrías matado y preferimos ahorrarte el mal trago. Quédate la casa, es tuya, nosotros ya no la necesitamos".
            Las lágrimas me empezaron a brotar de los ojos y la angustia me comenzó a consumir.
            Ya era invierno cuando decidí ir a vivir a la casa del bosque. Al entrar en ella me volví a sentir segura de nuevo, como cuando era pequeña y estaba en los brazos de mi padre. Me asomé a la ventana, y vi como los copos de nieve caían uno tras otro. Iba a ser un invierno duro pero estaría a buen recaudo.

lunes, 4 de abril de 2011

Diario del Bosque de Palabras del Bosque

Jueves 31 de marzo
Hoy ha comenzado la instalación del "Bosque de palabras del bosque" en el IES Augusto González de Linares, de Santander. A las 9'10 de la mañana Noemí (Lago) iniciaba la impresión de los ciento cincuenta textos y Miguel Ángel (Magaz) y Mikel (Martínez Renobales) comenzamos a colocar los primeros siete metros de papel continuo en la pared del pasillo. Salvador (Lozano) se incorpora a continuación y nos ayuda durante esa hora. Aprendemos la técnica de uso de la cinta adhesiva de doble cara, toca el timbre y los primeros pasillistas hacen sus comentarios. Hay que ver todo lo que sugieren para que hagas "mejor" las cosas. Salvador y Miguel Ángel tienen que incorporarse a clase. Noemí ya tiene todos los textos en papel. La lío para que los guillotine en Edificación y Obra Civil, donde la espera Alberto (Riva) para ayudarla. Llega Concha (Fernández Renedo) y entre los dos tomamos las primeras decisiones sobre el decorado. Cortamos, pegamos, negociamos el aprovechamiento del papel, el efecto, etc. A pesar de sus dolores de espalda, nos ayuda Montse (Casado) que nos ve trajinar desde Conserjería. Mila (Milicua) se ofrece a echar una mano, cuando acabe de atender a una madre. Noemí viene con todos los textos listos. La ha ayudado Andrés (Díaz Delgado). Llega el recreo. Aparecen más pasillistas, pero solo al principio  ("esto te quedaría mejor...", "por qué no...") y al final ("si lo hubieras colocado antes...", "¿Y por dónde sale Caperucita...?"). Siguiente clase. Nos satisface el efecto bosque que hemos conseguido en el rincón. Emilio (González Cosgaya), el Jefe de Estudios, trae una cámara y hace las primeras fotografías.. Manuel (Saro) se sonríe al ver cómo está quedando. No sugiere nada "pertinente", sabe lo que supone el trajín. Ya nos queda menos a Concha y a mí. Montse va y viene. Aparece Julián (Saiz Cotera), el Director,  "¿y esto va a quedar...?", "ojo no despintéis...", "podíamos traer a un autor...". Se van incorporando otros compañeros, hay más ratos para el comentario, "¿y esto, cómo se te ha ocurrido...?". Primeras ideas sobre los textos, "¡Hummm,..!, ¡qué texto...! No está bien traducido, A ver si encuentro yo...". A Pedro (Arroyo) le cae la tarea de imprimir los rótulos. Se va volando a hacerlos. A Arantza (Iturrioz) le extraña que no hayan llegado sus jaikus al correo. Un alumno que pasaba ayuda a cargar el rollo de papel continuo (unas dos o quince toneladas) en el carro de lectura. Quedo con Silvia (Fernández Cuevas) en que mañana viernes, a última hora, colocamos los primeros textos, con los de cuarto. Concha tiene que ir a clase. Vuelve Arantxa y asegura el envío. A las 13'30 terminamos, con rótulos y todo. Guardamos el cartel para mañana.

Viernes 1 de abril
Los alumnos de 4º B han colocado los primeros textos a la sexta hora, la de las 13’10. Han venido con Silvia y se han aplicado pronto a la tarea. Unos antes y otros después, han escogido el fragmento en poco tiempo y han sabido qué hacer con él. “¿De verdad puedo poner lo que quiera?”. “¿Qué es un epitafio?”. “¿Alguien sabe lo que es un mascarón?”. “Esto no lo entiendo”. “Pues coge otro”. “Es que me gusta”. “¿Se puede firmar con pseudónimo?”. En cinco minutos los hemos pegado todos, no sin haber quedado atascados varias veces con el maldito artilugio adhesivo. “¿A quién se le ocurre…? Trae la barra pegajosa”. Por la tarde han sido los del PCPI de Noemí. Parece que bien. Dicen que el lunes vuelven. Los que sí habrán vuelto serán los del Primer Ciclo que han ido de marcha a un bosque. Veremos. Por el momento, algunas hojas le van saliendo…

Lunes 4 de abril
Han vuelto los alumnos del Primer Ciclo y hemos comenzado con los de 2º B. Después de una detallada explicación..."¿qué hay que poner?, ¿qué hay que poner?". "Lo que te apeteeezcaa". "Pero no sé...". Es la enésima vez. Se repite y se repite. Eso de salirse del cauce ordinario en la escuela no reza con algunos. "¡Pues coge otro!" "¿Puedo?". "Pues claaarooooo". Más adelante vamos a pegarlo en el bosque. "¿Dónde lo quieres poner?". Y otra vez: "no sé, me da igual", "venga, elige tú misma", y una vez más "me da igual". Y más enésimas veces hasta la llegada del timbre. Luego vino el recreo, pero unos minutos antes, Alberto (Riva) nos proporcionó una preciosa mesita redonda verde con tres taburetes, que hemos colocado al lado del pupitre de los textos, con unas pinturas y una barra de pegamento para los que quieran acrecer el texto entre horas. Vamos a probar lo civilizados que somos y a ver lo que dura ese material. José Luis (Jimeno), el compañero del PCPI ha colaborado "estampillando" con mucho gusto tres textos. Ha pasado Manolo (Encabo), ha ilustrado la historia rumana con unos poemas en el mismo idioma que se los han transcrito por el móvil, ha recortado un buen puñado de textos en forma de hoja y, si le dejo, nos recorta el bosque entero. Hemos incorporado más textos: los haikus de Arantza y de Pedro, los fragmentos de la Biblia y del Corán de Concha (Lebaniegos), los versos en inglés de Silvia (Fernández Cuevas) y uno del compañero César (Subero), a ver qué sugiere. Y con las mismas, hasta la tarde.
El grupo de alumnos del Bachillerato Científico-Tecnológico Nocturno realizó su contribución, más plástica que literaria, y los del PCPI continuaron con Noemí, aportando en esta ocasión alguna que otra hoja.
MIguel Martínez Renobales