sábado, 31 de diciembre de 2011

"Drácula", de Bram Stoker

     Ahora que dicen que los vampiros están de capa caída y que lo que se lleva son los zombis,  te animamos a que leas una de las novelas de terror más famosas de la literatura. Te lo decimos un poco por llevar la contraria a las modas y, sobre todo, porque es imprescindible conocer la narración original del conde Drácula  para apreciar cualquier historia de espectros chupasangres. Hay mucha gente que no se arrima a ella, porque cree que le basta con haberla visto en el cine, en alguna de las múltiples versiones que no dejan de aparecer, pero se equivoca. Esa no es la mejor manera  de saber de vampiros. Si no has leído esta novela, que, como dice Pérez Reverte, no cuenta con lector que no hable de ella “con entusiasmo”, no sabes una palabra.
     Es  una historia de héroes al viejo estilo. Todo va sucediendo con el maravilloso orden de las narraciones antiguas gracias a las decisiones ingenuas de los protagonistas,  que desconocen lo que se les avecina. Solo Van Helsing, el omnipresente, alimenta sospechas fundadas, pero la incertidumbre se mantiene hasta bien avanzada la novela. Durante gran parte de ella, los personajes deben elegir trayectorias desconocidas que les llevarán a la superación, a diferencia de lo que nos sucede a nosotros, que  en la vida real no andamos sobrados precisamente de acierto ni de puntería en esto.
     Quizá pierdan alguna vida en el camino por haberse retrasado en conjurar la gravedad del peligro, pero es lo que les suele pasar a los héroes cuando se enfrentan a lo desconocido, es el precio que tienen que pagar por su ignorancia en la búsqueda de la verdad.  Y también por lo mismo, quizá pueda parecernos que se demoran excesivamente  en sus movimientos al enfrentarse al extraño conde por primera vez en su vida. A veces  nos gustaría aguijonearlos,  avisarles del peligro  para que aviven el paso o tomen otra dirección, pero no se trata de eso cuando leemos grandes historias clásicas. Ya sabemos que va a ganar el bueno. Es preferible dejarse llevar por la intriga y contemplar, por ejemplo, cómo monta el autor la secuencia de acontecimientos para disfrutar más tiempo del placer de la lectura.  
     Hay variedad de textos (relatos, cartas, diarios personales, noticias, grabaciones,…), múltiples aventuras de gran interés, incluso algunas de ellas con cierto regusto erótico. El movimiento de narradores, personajes,  lugares y tiempos es constante en esta historia de miedo y sensualidad, que acabará generando otras muchas (y muy populares) en la historia de la literatura y el cine.  Apúntate a pasarlo bien con los orígenes de todo. Es la mejor forma de “estar en el ajo”.
Miguel Martínez Renobales

jueves, 22 de diciembre de 2011

"Semáforo", de Gabriela Berrón, 2º de E.S.O.

Como muestra de trabajos realizados en clase, dentro de nuestra sección "Relatos de alumnos", incluimos esta descripción realizada "al modo de...", de la alumna Gabriela Berrón, de 2º A. El ejercicio consistía en redactar un texto partiendo de la columna de Manuel Vicent, del mismo título, publicada en el periódico El País, el 7 de enero de 1986 ("Semáforo", de Manuel Vicent). La consigna obligaba a reproducir frases del texto original (las primeras y la última) y redactar uno propio.

        Esa chica morena que espera ahí enfrente, en el semáforo ¿quién será?, ¿de dónde vendrá?,  ¿a dónde irá con ese bolso tan pequeño? Parece que a una fiesta. Lo deduzco por ese vestido negro, pegado al cuerpo, elegante pero a la vez juvenil. De repente la chica se gira, por lo que puedo mirarle a los ojos. Unos ojos azules y perfectamente maquillados, que hacen contraste con su cabello y su piel morena. No le echo más de diecisiete años. Quizá se llame Paula o Marta o Andrea, o quizá no sea española, no lo sé bien. Quizá si nos hubiésemos conocido de pequeñas ahora seríamos amigas, habríamos compartido risas y secretos, nos habríamos enfadado miles de veces…  Si esto hubiese sido así, ahora mismo estaría a su lado, yendo con ella a la fiesta.
       De repente le suena el móvil, camina de un lado a otro. Mientras ella habla, yo pienso en lo mucho que da de sí un semáforo.
       Finalmente pasa el último coche y el semáforo se abre. Por el paso de peatones la chica de la fiesta y dueña de un par de hermosos ojos azules avanza hacia mí y yo voy hacia ella. Las dos al cruzarnos nos miramos, me encantaría saber qué pasa por su cabeza, ella no me conoce, habrá pensado que voy a un instituto normal,, habrá pensado que me llamo Raquel o tal vez Nuria. Que soy como cualquier chica adolescente. Bajamos la mirada y al llegar cada una a la acera contraria nos hemos olvidado ya para siempre.  En la ciudad se oyen sirenas de ambulancia.