Cuenta
la historia, que en un lugar del océano, hay un barco el cual no navega, no se
mueve y no da señales de vida, y todo aquel que se adentra en él, no sale vivo.
Soy el capitán Séptimo, y ésta es mi historia.
Un día como cualquier otro, mis tripulantes y yo naavegábamos en dirección a América en busca de nuevos secretos y hazañas. Mi barco constaba de 30 marineros, preparados tanto física como mentalmente para cualquier peligro. No obstante, una noche, algo monstruoso lo golpeó. Y ese monstruo perduró en nuestras mentes porque nadie durmió.
Un día como cualquier otro, mis tripulantes y yo naavegábamos en dirección a América en busca de nuevos secretos y hazañas. Mi barco constaba de 30 marineros, preparados tanto física como mentalmente para cualquier peligro. No obstante, una noche, algo monstruoso lo golpeó. Y ese monstruo perduró en nuestras mentes porque nadie durmió.
Pasaron 3 días después del
avistamiento y por fin un día vimos tierra, no era América pero se trataba de
una pequeña isla en la que podíamos pasar la noche. Una vez anclamos, montamos
un campamento y todos durmieron como nunca.
Pero ya por la mañana algo increíble pasó. El barco, el Séptimo Signo,
¡había desaparecido! Todos los momentos que habíamos vivido en él, muchos de
nosotros, navegábamos desde que éramos niños. ¿Nos habíamos quedado atrapados
allí? En principio todos pensamos que alguien pudo robar nuestro barco y que la
isla estaba habitada. Así que diez hombres y yo nos dispusimos a explorar la
isla. Pero al parecer, nada ni nadie, había vivido allí nunca, así que volvimos
al campamento, pero, ¿dónde estaba la gente?
De repente, un horror y un miedo profundos
cayeron sobre mis hombres. Nadie entendía nada. Los diez que me quedaban no querían
pasar la noche donde habían desaparecido los demás y nos fuimos hacia dentro de
la isla, allí donde los árboles nos ocultaban. Y después de que la distancia
creciera, se fijaron en el agua por última vez.
Volvimos a montar un campamento para
dormir un poco ya que había un día largo y aterrador. Yo fui el único que pudo
descansar un poco, los demás, estaban muertos de miedo.
Me
desperté a la mañana siguiente y no entendí nada. Estaba en mi camarote, tumbado
en mi cama y con las velas encendidas. ¿Había sido todo esto, un simple sueño? Salí a cubierta y me dio alegría poder volver
a ver a estos grandes marineros. Después de unos meses, llegamos por fin a
América, tierra de innovación y comercio. Atracamos y cada uno fue donde quiso,
al bar, a la destilería, al burdel. Era hora de que por fin se divirtieran. Yo me fui a un comercio para poder comprar
algo de munición para mis armas y alguna que otra espada. Pero algo extraño
sucedió, todo el mundo me observaba, no lo entendía y de pronto cogieron sus
armas y me dispararon. ¿Estaba muerto? ¿Cómo era que podía seguir pensando? Así
que sin más rodeo me desperté.
Todo fue una terrible pesadilla, me
levanté del suelo del camarote, no sabia qué hacía allí, así que abrí la puerta
y vi a todos mis hombres muertos, cadáveres por todas partes, y sangre como
pintada por cubierta. Fue entonces cuando recordé, aquella bestia, nos había
atacado y yo al parecer me había desmayado. Por suerte tenía un bote y
provisiones, aunque antes me despedí de mis compañeros. Cuando terminé, cogí el
barco y solo me puse a remar. Estuve remando cinco días pero no llegaba a
ningún lado. Me di por vencido, así que me até unos plomos a la cintura, y sin
remordimientos me tiré al agua. Sí,
suena raro que yo mismo esté escribiendo mi muerte, lo cual me lleva a pensar,
¿hay otro lugar después de la muerte? Os pido a vosotros los cazadores de aventuras
que por favor me rescatéis, ya que no estoy ni muerto ni vivo. No sé que soy. Simplemente soy un sueño, el sueño de un niño
que un día quiso ser marinero.
—¿Papá,
tienes alguna aventura que contarme?
—Sí
hijo, te contare la historia del Séptimo Signo.
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