miércoles, 8 de febrero de 2012

"Memorias de una joven católica", de Mary McCarthy

            Hay algo en las memorias de esta chica que resulta especialmente atractivo y es la voluntad irrenunciable de ser sincera consigo misma. Nada más empezar nos previene contra la tentación que vamos a sentir de creer que la mayoría de las anécdotas que nos va a contar son ficticias o han sido “cocinadas”. Ella sabe, como buena escritora que es, que la memoria juega malas pasadas a los recuerdos, especialmente si son escritos. Por eso, al final de cada capítulo, para no dejarse llevar por su inventiva como novelista, levanta acta de lo que para ella es absolutamente cierto, así como también de lo que puede resultar más dudoso, pues lo ha comprobado con versiones diferentes de otros protagonistas ¿Lo hace de este modo porque la pérdida de fe de una muchacha católica es un tema muy serio como para relajarse con “ficciones”? Es muy posible, pero más allá del problema del impacto que pudo causar a mediados del siglo pasado, este libro tiene toda la pinta de ser buena literatura por “añadir lectores nuevos a la cadena, y no repeticiones” como hacen los buenos libros, según Félix de Azúa.
            Todo gira en torno a la religiosidad de quienes la rodean en casa y en el colegio, especialmente los católicos. Habla de sus experiencias en el norte y noroeste de EEUU, durante el periodo que comprende las dos guerras mundiales, pero algunas de ellas pueden parecerse bastante a las de otras mujeres, lejos de aquel país o de otra época. Ella dice que uno de los mayores obstáculos con los que tropezó para recordar fue el hecho de haberse quedado huérfana a temprana edad y haber sido educada por dos pares de abuelos alejados de la vida familiar, lo que supuso no contar con la información de los auténticos relatores de nuestra infancia y adolescencia: los padres. Menos mal que fue ayudada por otros miembros de la familia, especialmente por uno de sus hermanos, aficionado como ella a las raíces y arqueologías familiares.
            Aunque se retrata a sí misma como engreída y jactanciosa, es muy crítica con los católicos precisamente por lo mismo, por la suficiencia con que menosprecian a los desafortunados que no creen en la única religión verdadera, que es la suya. Toda la belleza de la imaginería católica, el orden y la distinción de muchos de sus militantes le fascinan y está agradecida a la educación que ha recibido, pero llega un momento en que esa niña tan ansiosa por saber no puede aceptar, por más que lo intenta, la conciencia de privilegio con que se desenvuelven, su falsa magnanimidad,  la competitividad que imprimen a todo lo que se relacione con la educación. Han pasado más de cincuenta años desde que lo publicó y en junio se cumplirá el centenario del nacimiento de su autora. Puede ser un buen momento para comparaciones. Con el afán que pone ella en  que “todo quede explicado”, el interés está garantizado hasta el final.
Miguel Martínez Renobales

jueves, 2 de febrero de 2012

"El factor humano", de John Carlin

            Este es un libro extraordinario sobre la reconciliación y el perdón. Lo protagoniza un héroe de carne y hueso, Nelson Mandela, en Sudáfrica, un país con más de cincuenta millones de habitantes, de los cuales el 90 % ha sido segregado por el otro 10 % durante los más de cincuenta años de racismo del apartheid. En 1990, cuando sale liberado de la cárcel, se constituye en el líder indiscutible de la llamada revolución negociada que va a salvar al país de una inminente guerra civil. La historia de cómo consigue ganarse incluso a sus mayores enemigos entre 1985 y 1995 nos la cuentan aquí. Siempre aparecen personas reales, que nos hablan directamente de sus convicciones y esperanzas, en un entorno racista donde el apaciguamiento se alcanza al final gracias a la capacidad de liderazgo de este hombre.  
            El autor, John Carlin, corresponsal en Sudáfrica por aquellos años, es además un reputado analista de fútbol y rugby y, como buen británico, gran conocedor de los valores del deporte de equipo, en los que la figura del capitán resulta determinante. Aunando ambos mundos construye esta narración después de que el 24 de junio de 1995, en el estadio de rugby Ellis Park (Johannesburgo), se quedara totalmente fascinado por el milagroso ambiente de euforia y hermanamiento que había conseguido Nelson Mandela en aquella final del Campeonato del Mundo entre los AllBlacks (Nueva Zerlanda) y los Springboks (Sudáfrica).
            El poder del deporte para transformar el mundo y la importancia de valores tradicionales como la lealtad con el equipo y la capacidad de superación personal quedan admirablemente reflejados en esta historia de generosidad y redención, publicada hace solamente tres años y reconocida pronto como un clásico del periodismo. Dicen que alguno de los futbolistas de nuestra selección  la leyó cuando ganamos allí el Campeonato del Mundo de 2010. No sería raro. Hay una película de Clint Eastwood (“Invictus”) que sigue fielmente los acontecimientos, pero se queda algo lejos de la épica del libro. Si te gusta el deporte o estás interesado por el factor humano que anida tras los grandes acontecimientos históricos, lee esta crónica de John Carlin. Aprenderás a mirar la política con otros ojos.
Miguel Martínez Renobales