lunes, 23 de abril de 2012

"Julio César. El coloso de Roma", de R. BILLOWS


Richard Billows en su reciente biografía sobre Julio César ha aportado una nueva y acertada visión sobre el gran artífice del Imperio. Son numerosas las que hay de este político republicano (cónsul en el 59 a. C.), militar y escritor, cuya fama ha trascendido el tiempo. Representa  una figura histórica gigantesca, pero no por ello menos humana (no hay nada peor que congelar al personaje y elevarlo al podio de la inmortalidad).
Cayo Julio César, pariente de Mario y casado, al principio, con Cornelia, una hija de Cinna, tuvo el suficiente carácter como para oponerse a Sila, el magistrado que había impuesto una dictadura, ejemplo de exclusión y de falta de grandeza por haber prescindido de una parte de la ciudadanía e intentado borrarla como si no hubiera existido. Nuestro protagonista, además de un soberbio militar y estratega, fue un gran político. Su trayectoria, que condujo al poder personal, queda perfectamente conjugada con la realización del “programa” político de los populares. Su visión de futuro y su sensibilidad hacia la plebe urbana y rústica (había correteado de niño en el populoso barrio de la Suburra, en Roma) hizo de él, a todas luces, el contrapunto de Sila. Al final, tras acabar con la guerra civil en suelo hispano (en Munda, 45 a. C.), ejerció una dictadura perpetua pero sin perder de vista, en ningún momento, su tarea reformista. Fue el político que supo ver, durante la crisis de la República tardía, que no había otra salida que la del poder personal y que ese poder no era un simple capricho sino el resultado de todo un proceso histórico. Un exceso de confianza le costaría la vida, pero entonces (si no antes) nació el mito. Los “tiranicidas”, sus asesinos, republicanos a ultranza, perdieron la última batalla, la de la propaganda, porque el político por excelencia que era César se había impuesto a todos los demás, a los que venció en el campo de batalla y a los que acabaron con su vida.
Esta biografía de R. Billows, a diferencia de la de A. Goldsworthy, que se fijaba en el personaje  militar, o la de J. Carcopino, en  el estadista que se marcó como objetivo la “conquista del poder”, hace hincapié en su figura como líder popular que encabeza un amplio sector del “populus” como respuesta al tenaz obstruccionismo optimate. Enlaza bien con la de hace algunos años del italiano L. Canfora, que lleva el subtítulo de “el dictador democrático”. Se trata de una contradicción sólo aparente. Hasta ese punto resulta “poliédrica” la figura de César. Son tantas sus facetas que no puede hablarse de una “biografía definitiva” (aunque este último fuera el lema comercial a la hora de poner en venta la de A. Goldsworthy de hace algunos años…).
Eduardo Pitillas Salañer (Departamento de Geografía e Historia)

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