domingo, 4 de marzo de 2012

"La máquina del tiempo", de H. G. Wells

            Esta novelita, que representa un pilar básico de la literatura de ciencia-ficción, fue editada en 1895. Salió en la época en que muchos ciudadanos confiaban en el progreso científico y técnico para mejorar la organización social de los seres humanos y aumentar su felicidad. Era cuando comenzaron a proliferar historias que se impacientaban por adelantarse al futuro y planteaban si el mundo de los próximos siglos iba a ser más feliz o no. En este caso, gracias a una maravillosa máquina, el protagonista viaja al Londres del año 802.701 y comprueba las condiciones en que vive la humanidad. Los Morlocks de las tinieblas subterráneas y los Eloi de la superficie constituyen los tipos de criaturas en las que nos podemos convertir si nos dormimos en los laureles, si nos resistimos a la necesidad de cambiar las cosas por miedo al riesgo o a la incertidumbre.  Curioso mensaje en los tiempos que corren hoy.
            En una revista de hace algo más de un siglo (Harmsworth Magazine)  se podía leer lo siguiente: “la navegación aérea, el transporte rápido, el electroscopio tenderán a dificultar los crímenes y las guerras y a restarles atractivo a medida que las condiciones sociales mejoren”. Con lo que cayó después. Pues bien, Wells, con su escepticismo típicamente británico, atizaba el conformismo que podía latir tras esa confianza ciega en la ciencia y nos propone un viaje a lo Gulliver para espabilarnos. Estamos lejos aún de los universos paralelos y de las teorías de la Física moderna, pero si quieres comprender mejor el tamaño de la paradoja del viaje en el tiempo, escucha a los primeros que la desarrollaron y generaron toda una literatura posterior. Es lo que pasa con los antiguos que discurren bien. Que ya verás cómo asoman por ahí algún Morlock o algún Eloi sin que parezcan venir a cuento y, sin embargo,…
Miguel Martínez Renobales

No hay comentarios:

Publicar un comentario